La juventud estereotipada: entre el mito del “adolescente perdido” y la desconfianza generacional
En los discursos sobre teatro para adolescentes suele repetirse una idea tan antigua como resistente: “los jóvenes no se interesan”. Esta generalización, heredera de un modelo adultocéntrico, invisibiliza la pluralidad de experiencias que habitan las adolescencias. Pero, ¿qué ocurre cuando los jóvenes escriben?
ACTITUD RECURSERA


La juventud estereotipada: entre el mito del “adolescente perdido” y la desconfianza generacional
Los estereotipos sobre la juventud atraviesan también las aulas de teatro. ¿Cuántas veces escuchamos frases como “estos chicos no se enganchan con nada”, “no les interesa nada” o “no tienen compromiso”? La representación del adolescente como un ser desinteresado, volátil, irrespetuoso o “perdido” no es nueva, pero se actualiza con cada generación, como si el sistema educativo estuviera en una eterna queja por “lo que los chicos de ahora no hacen”.
El problema de estos estereotipos no es solo que son injustos, sino que condicionan nuestra mirada pedagógica. Si ya asumimos que un grupo no va a comprometerse, probablemente diseñemos clases menos desafiantes, con baja expectativa. Si creemos que no van a poder organizarse, evitaremos proponerles proyectos a largo plazo. Así, terminamos reforzando exactamente aquello que queríamos evitar.
Por eso, una pregunta clave para revisar nuestros supuestos es: ¿qué idea de juventud sostiene mi forma de planificar? ¿Estoy pensando propuestas desde la confianza en sus capacidades, en su deseo, en su inteligencia? ¿O estoy respondiendo a un diagnóstico social alarmista que los ubica como carentes de todo?
Trabajar con adolescentes desde el teatro implica ofrecerles también otras formas de narrarse, de ocupar el espacio, de ensayar vínculos distintos, de imaginar futuros. Es una oportunidad para disputar sentidos sobre lo que es ser joven, más allá de los estereotipos mediáticos o escolares. Es, también, una forma de confiar.
Escribir con las adolescencias, no solo para ellas.
La mirada estereotipada sobre la juventud no solo circula en los discursos mediáticos o familiares, también se filtra en el aula de teatro. Ideas como “los adolescentes no se enganchan con nada”, “no entienden el lenguaje simbólico” o “hay que darles comedia porque si no se aburren” moldean (y muchas veces limitan) las propuestas que llevamos a escena con y para ellxs.
Estas imágenes no solo encasillan a lxs jóvenes en una categoría homogénea, sino que también producen una forma de teatro escolar que a veces resulta condescendiente, poco desafiante o cargada de intenciones moralizantes.




Este año, en una escuela orientada en Artes Visuales, llevé adelante un proyecto de escritura teatral libre, para descubrir cuáles son esos temas de interés que los inspiran para escribir teatro. Y el resultado fue hermoso.
Escribieron escenas de lo más variado. De realismo a fantasía pasando por todo lo que uno se pueda imaginar: sobre amor, infidelidades, sobre crecer, la bulimia, sobre superhéroes, Messi, Charly García, pérdidas familiares, casas embrujadas, academias de magia, perseguir sueños, asesinos seriales, casos policiales...
Escribieron en clase, escribieron en sus casas, y en algunos casos ChatGPT escribió por ellos. Leímos los avances, escuchamos los aportes de cada compañero y seguimos... Diseñaron una imagen para la portada de sus escenas. Leímos el resultado final y elegimos cinco escenas para representar.
El proyecto de escritura duró aproximadamente un cuatrimestre. Y en este enlace te comparto alguna de las producciones.
Si vos también querés acompañar procesos de escritura teatral...
Escuchar sin apurar la interpretación. Dar lugar a las voces adolescentes no significa inmediatamente convertirlas en escena. A veces, es necesario que lo que digan simplemente exista, sin que lo traduzcamos o le busquemos “una enseñanza”.
Invitar a producir, no solo a repetir. Habilitar instancias donde puedan crear sus propias escenas, textos, personajes. No se trata de que siempre escriban desde cero, pero sí de que tengan lugar para intervenir, reescribir, cuestionar lo que leen o actúan.
Problematizar la dramaturgia “para adolescentes”. Muchas veces, las obras escolares parten de materiales que hablan sobre ellxs sin ellxs. Obras que los muestran desorientados, alienados o ingenuos, como si fueran sujetos “a corregir”. ¿Qué pasa si ponemos en duda esas narrativas?
Usar sus referencias sin perder la complejidad. Incorporar memes, redes, música urbana o películas de moda no tiene por qué implicar simplificación. Todo lo contrario: pueden ser puertas de entrada para explorar temas profundos, si se abordan con cuidado estético y sin subestimar.
Aceptar la incomodidad. A veces no van a querer hablar. A veces se van a reír del tema más serio. A veces van a escribir algo que nos deje sin palabras. El teatro con adolescentes no siempre es cómodo. Pero justamente ahí está su potencia.
Te comparto algunos consejos:




